Breve biografía
(Osaka, 1899 - Zushi, 1972) Escritor japonés que
obtuvo el premio Nobel de Literatura en 1968 por su "pericia narrativa,
capaz de expresar la idiosincrasia japonesa con enorme sensibilidad". Fue
sobre todo un refinado transmisor de atmósferas y emociones, que plasmó con un
lenguaje de singular belleza lírica. Sus temas intimistas, a menudo amorosos,
son exploraciones de la soledad y de las delicadas relaciones del individuo con
los otros y con la naturaleza.
Tuvo una infancia trágica, signada por la sucesiva
muerte de sus familiares más próximos. Completamente solo en el mundo a partir
de los quince años, "niño sin familia ni hogar", como se auto definía,
completó su educación en un internado y luego en la universidad imperial de
Tokio, donde se licenció. Su temprana pasión literaria lo llevó a participar en
grupos de vanguardia como el de los neosensacionalistas, que oponían el lirismo y
el impresionismo al realismo social de los escritores proletarios, y fue un activo
impulsor de movimientos y revistas.
En 1925 publicó Diario íntimo de mi decimosexto
cumpleaños, género muy frecuentado por los autores japoneses, pero su
estilo cobró verdadera personalidad y madurez en los relatos de La bailarina
de Izu (1926). Kawabata, cuya sensibilidad le permitía meterse como nadie
en la piel de sus personajes femeninos; cultivó un tipo de novela breve, casi
en miniatura, desgarrada y episódica. Su obra cumbre es quizá País de nieve
(1937), que narra la relación entre una geisha que ha perdido la juventud y un
insensible hombre de negocios tokiota.
Entre los títulos destacados de su producción figuran
asimismo Mil grullas (1951), El sonido de la montaña (1954),
donde intenta recuperar parte de los valores desplazados ante la irrupción de
la cultura norteamericana, El lago (1955), La casa de las bellas
durmientes (1961), Kyoto (1962), y Lo bello y lo triste
(1965); hacia el final de su carrera se centró casi exclusivamente en la
ensayística y la crítica literaria.
Fue presidente del PEN Club japonés durante cuatro
años y en 1959 le otorgaron en Frankfurt la medalla de Goethe. El 16 de abril
de 1972, enfermo y deprimido, dolido sin duda por la muerte de su amigo Y.
Mishima, que lo había definido como un "viajero perpetuo", Kawabata
se suicidó en un pequeño apartamento a orillas del mar. Ese mismo año se
publicaría póstumamente la biografía ficticia El maestro de Go.
Cuento breve de Yasunari Kawabata (Japón,
1899-1972)
Rostros
Desde los seis o siete años hasta que tuvo catorce o quince, no había
dejado de llorar en escena. Y junto con ella, la audiencia lloraba también
muchas veces. La idea de que el público siempre lloraría si ella lo hacía fue
la primera visión que tuvo de la vida. Para ella, las caras se aprestaban a
llorar indefectiblemente, si ella estaba en escena. Y como no había un solo
rostro que no comprendiera, el mundo para ella se presentaba con un aspecto
fácilmente comprensible.
No había ningún actor en toda la compañía capaz de hacer llorar a tanta
gente en la platea como esa pequeña actriz.
A los dieciséis, dio a luz a una niña.
–No se parece a mí. No es mi hija. No tengo nada que ver con ella –dijo el
padre de la criatura.
–Tampoco se parece a mí –repuso la joven–. Pero es mi hija.
Ese rostro fue el primero que no pudo comprender. Y, como es de suponer, su
vida como niña actriz se acabó cuando tuvo a su hija. Entonces se dio cuenta de
que había un gran foso entre el escenario donde lloraba, y desde donde hacía
llorar a la audiencia, y el mundo real. Cuando se asomó a ese foso, vio que era
negro como la noche. Incontables rostros incomprensibles, como el de su propia
hija, emergían de la oscuridad.
En algún lugar del camino se separó del padre de su niña.
Y con el paso de los años, empezó a creer que el rostro de la niña se parecía al del padre.
Y con el paso de los años, empezó a creer que el rostro de la niña se parecía al del padre.
Con el tiempo, las actuaciones de su hija hicieron llorar al público, tal
como lo hacía ella de joven.
Se separó también de su hija, en algún lugar del camino.
Más tarde, empezó a pensar que el rostro de su hija se parecía al suyo.
Unos diez años después, la mujer finalmente se encontró con su propio padre, un actor ambulante, en un teatro de pueblo. Y allí se enteró del paradero de su madre.
Más tarde, empezó a pensar que el rostro de su hija se parecía al suyo.
Unos diez años después, la mujer finalmente se encontró con su propio padre, un actor ambulante, en un teatro de pueblo. Y allí se enteró del paradero de su madre.
Fue hacia ella. Apenas la vio, se echó a llorar. Sollozando se aferró a
ella. Al hallar a su madre, por primera vez en la vida lloraba de verdad.
El rostro de la hija que había abandonado por el camino era una réplica exacta del de su propia madre. Sin embargo, ella no se parecía a su madre, así como ella y su hija no se asemejaban en nada. Pero la abuela y la nieta eran como dos gotas de agua.
El rostro de la hija que había abandonado por el camino era una réplica exacta del de su propia madre. Sin embargo, ella no se parecía a su madre, así como ella y su hija no se asemejaban en nada. Pero la abuela y la nieta eran como dos gotas de agua.
Mientras lloraba sobre el pecho de su madre, supo qué era realmente llorar,
eso que hacía cuando era una niña actriz.
Entonces, con corazón de peregrino en tierra sagrada, la mujer se volvió a
reunir con su compañía, con la esperanza de reencontrarse en algún lugar con su
hija y el padre de su hija, y contarles lo que había aprendido sobre los
rostros.
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