miércoles, 14 de septiembre de 2016

MAGIA DE LA PALABRA



El lenguaje, lo real (diferente de la realidad y, paradójicamente, sustitutivo de ella) "apareció" como única posibilidad de hacer verosímil lo que no podía ser aprehendido: el eterno fluir, la realidad. El ser humano es un ser de carencias. El lenguaje es en el hombre el lugar de la carencia. Así, la magia -una forma del lenguaje- es representación imaginaria y simulación ritual (simbólica) con la que se satisfacen en buena medida las privaciones, las angustias, los sufrimientos del individuo y del grupo. Ella estuvo en el origen de todas las prácticas significantes de la humanidad, en las que la palabra articulada y su posterior escritura fueron decisivas para el avance de la especie.



Viniendo al presente, una buena obra literaria (El Quijote, por ejemplo,) puede ser leída aquí, ahora, o en otro tiempo y lugar y nada pierde de su magia. Su autor-narrador es un mago. Tal como son magos los autores anónimos, pues la magia está en sus obras. Los lugares de lectura serán más o menos solemnes, pero es la magia de su lenguaje la que es inherente a la obra. No obstante, "el lector" es quien debe hallarla, rastrearla, vivirla a su manera, lo cual implica "una" transformación; es el lector quien se transforma en esa lectura (lecto-escritura), con la decodificación, el sondeo, el descubrimiento de sí mismo, como sujeto lector que es, como lector-autor, como individuo. Por ello, el lector del que hablamos, es también un mago.

Con lo anterior no se quiere dar a entender que se esté disimulando o intentando desconocer la presencia continua de lo mágico primitivo, ni de los fantasmas colectivos de la humanidad; de ninguna manera. Valga aquí traer a colación el parlamento de un personaje de Hermann Hesse:"cada uno de nosotros es en el ser total del mundo, y del mismo modo que nuestro cuerpo integra toda la trayectoria de la evolución, hasta el pez o incluso más atrás aún, llevamos también en el alma todo lo que desde un principio ha vivido en las almas de los hombres. Todos los dioses y todos los demonios habidos entre los griegos, los chinos o los cafres, todos están con nosotros, están presentes, como posibilidades, deseos o caminos."

Y aquí seguimos, en la superficie agitada del espeso mar enlodado en que nos movemos con dificultad. Hacemos parte activa de este mundo masificado que culebrea y da tumbos bajo el terrorismo de los estados, de los fanatismos, de los grandes bancos y de los tecnologismos. Como decía C. G. Jung en 1927: "Nuestros temibles dioses sólo han cambiado de nombre, el cual acaba ahora en "ismo"."  Somos producto de sociedades esclavas del miedo al día y a la noche; a la vejez y a la muerte. Estamos demasiado acostumbrados a la explotación, la mendicidad, los lamentos, la represión del ser y la represión de los ejércitos.

Por eso es que los amigos poetas nos confabulamos con la magia de la palabra, con la magia del sueño, de las utopías alcanzables, del dedo en la llaga,... la creación en la vigilia, el soplo divino y el enigma de la vida. Es también por esto, que muchos preferimos decir como dijera F. Nietzsche en 1864:

Quiero conocerte, Desconocido,
que estrujas lo profundo de mi alma,
y atraviesas mi vida como una tormenta,
tú, Inabarcable, pariente mío.
Quiero conocerte, incluso servirte.

Es allí, en lo oculto, donde se encuentra con frecuencia la verdad del artista y la verdad del lector, y es en su expresión, en su obra, su lectura, donde se encuentra lo que los convierte en magos a los dos.


Darío Iturregui D.

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